Haría un tiempo que Mato se había recuperado de aquellas
heridas. Sin embargo no dejaba de pensar siempre en lo último. Aquellos
enemigos le habían dicho que fueron los culpables de la muerte de su madre o
algo así... Y ella... Ella se vengaría. Es más, lo afirmaba. Se había puesto a
entrenar entonces. No le echaba cuenta a nada... Ni a nadie. Ni si quiera a
Kanade o al jefe, aunque el jefe no parecía interesarse por que dejase de
entrenar y durmiese o comiese. El jefe parecía satisfecho con su entrenamiento,
quizás demasiado intensivo. A veces, incluso se quedaba dormida en la propia
sala, en los descansos. Pero su pensamiento siempre era el mismo. Después de
todo, ella no tenía otra cosa por lo qué seguir adelante, por duro qué pueda
ser al ser escuchado. Pero era la verdad, y le daba miedo pensar en aquello más
de la cuenta. ¿Qué sucedería si acabase con su venganza? ¿Qué sentido tendría
todo lo demás?
Ese día había ido a encargarse de un asunto. Los enemigos resultaron ser algo
más fuertes de lo que Mato se imaginaba. Quizás el Jefe quería probarla, quien
sabe. Como de costumbre, habían llamado a Kuroi o quizás era ella la que pasaba
por allí por casualidad. La cosa es que la peliceleste quizás se había vuelto
loca, por razones desconocidas. Y estaba atravesando una y otra vez el cuerpo
ya inerte de un enemigo. Se notaban demasiado sus ojeras, y estaba bastante
manchada de sangre, a saber si era su propia sangre o la de los demás. No se
dio cuenta si quiera de la presencia de la chica.
Aquellos días Kuroi había preferido aprovechar su soledad para entrenar a
escondidas. Se había enterado del entrenamiento exhaustivo de su compañera, y
ella no podía permitirse quedarse atrás. Sin embargo el Jefe no la miraba a
ella, ni él, ni ninguno de los de la organización. Aprovechaba cada momento a
solas, cada oportunidad que tenía para intentar estar a su altura, excusándose
en que aquello era para poder enfrentarse a la joven Mato más adelante, aunque
quizás sus verdaderos motivos era que quería protegerla de algún ataque mayor.
Aquel día Kanade no había querido importunarla. Allí, apoyada a lo lejos sobre
su lanza, observaba cómo la peliceleste atravesaba el cuerpo inerte de aquel
tipo, en silencio, por raro que parezca sin sonrisa de satisfacción o júbilo al
observar como había perdido los papeles. Por el contrario estaba seria, como si
aquella imagen no le agradase en absoluto. Murmuró unas palabras en voz baja, y
luego, aquel cadáver ardió en fieras llamas. Intentaba desviar su atención
hacia ella, no era más que un "Hey, estoy aquí, ¿Qué coño haces?".
Mato lo atravesaba con una espada creada por ella misma, de hielo, por lo que
se fundió a la misma vez que el cadáver, y pasó a tirarla ella misma, para no
quemarse los dedos. Se quedó entonces en aquel mismo lugar, con los ojos aun
demasiado abiertos, mirando al suelo, quieta, como preguntándose a sí misma qué
era lo que había hecho. No miró a Kanade ni una sola vez. Aunque era obvio que
había reconocido ese ataque.
Pasó realmente un rato, y la chica seguía igual, quizás movió un poco la mirada
para ver a cada uno de los cadáveres del lugar. Todo creado por ella misma. No
era por nada por lo que había perdido los papeles, si no porque estos la
confundieron aun más, diciéndole que nadie mató a su madre, que seguía viva. Y
ella no sabía ahora qué creer, no había visto cadáver que dijese que su madre
estuviese muerta, pero llevaba desaparecida años, muchos años. De buenas a
primeras se dejó caer al suelo, de rodillas…Pero no llegó a caer. Pues en un
gesto brusco, en lo que la chica se dejaba caer de rodillas, Kanade pasó el
brazo por debajo de sus costillas y la levantó en el aire. Y con ese mismo
impulso, terminó por pegar su espalda contra una de aquellas ruinas, aún con
Kanade con el brazo firmemente en su cuerpo, como si pretendiese arrinconarla.
Sujetaba con su mano libre la lanza, y su larga cabellera carmesí, recogida en
una alta coleta escarmenada, se agitó bruscamente de un lado a otro. Y su
mirada, firme pero vacía, sin ninguna expresión o sin nada que decir, estaba
clavada en los ojos verdes de su compañera. No quiso transmitirle nada con
esto, no quiso decirle nada o hacerle ver nada. Tan solo lo hizo por instinto,
no solo la levantó, sino que la "acorraló". Quizás su subconsciente
lo había hecho para demostrarle que si ella estaba allí, Mato no podía perder
los papeles. Quizás quería dejar claro que la única que podía hacerlo era ella,
y solo porque siempre Mato la devolvía a su cordura. Lo único seguro es que en
aquel momento, y mirándose de cerca, solo el ruido del viento se escuchaba a su
alrededor, meciendo el pelo de ambas.
Mato siguió con la mirada agachada, moviéndose levemente solo porque la
otra la movía. Parecía un muñeco, quizás. Con sus ojos entrecerrados y sus
labios entreabiertos, escuchaba el sonar del aire, sin decir aun nada. Sin
embargo, por su cabeza pasaban miles de imágenes. Odiaba no poder parar de
pensar, aunque antes lo había hecho.. O quizás no, antes en su cabeza todo era
un ''venganza, venganza, venganza, venganza''. Ladeó un poco hacía el lado la
cabeza, como si le pesase, tras un buen rato, todo sea dicho. Alzó también su
mirada verdosa, clavándola directamente en los ojos anaranjados de su
compañera. Mato parecía perdida y confusa. Y quizás eso era lo que le pasaba.
Su mirada era una extraña mueca entre la tristeza, el vacío, la perdida y la
confusión. Volvió a entrecerrar los ojos, aunque los volvió a abrir otra vez,
como si intentase enfocar realmente a la pelirroja. Cerró sus labios del todo,
haciendo con ellos una línea recta, aunque fueron también cuestión de segundos,
pues murmuró.
-K-Kur... -Aunque no terminó la frase, o mejor dicho, el nombre o
apellido.
-....Bah....Cállate.
Espetó la pelirroja, sin más. Quizás le venía bien eso de haberse ganado el
apodo de "fuerza bruta", pues sin más, pasó el brazo de la peliazul
por encima de sus hombros e intentó ayudarla a caminar lejos de aquellos
cadáveres. No dijo nada más, y esta vez en su rostro sí que se podía observar
una expresión; malestar. Fruncía el ceño y entrecerraba los ojos, pero no
furiosa con Mato, sino con todo lo que le rodeaba. Pero aún más consigo misma,
por verse obligada a comportarse así con ella, a ayudarla. Quizás, y al fin y
al cabo, realmente la quería. Bajó aquella colina, alejándose todo lo que
podía, aunque sin rumbo fijo, de aquel lugar y de aquellos tipos. Solo quería
que ella dejase de pensar por un momento, pero no quería parecer preocupada,
por lo que no dijo nada. Tampoco iba a volver a la organización, por el
momento. Parecía más bien que se adentraba en un campo de trigo.
Mato no quiso mirar hacia atrás en ningún momento, aunque a veces no podía
evitar hacerlo de reojo. Parecía anonada, como si de algún modo no fuese la
orgullosa Mato. Callada, severa y fría. Miraba al frente, simplemente, con los
ojos medio cerrados, como si tuviese sueño, aunque la cosa no era así del todo.
Ni si quiera estaba demasiado herida. La cosa era más de la mente. Sus
entrenamientos de alguna manera si que la habían hecho más fuerte. De nuevo,
solo se movía porque la otra la empujaba, pero no hacía nada más. Solo cuando
pararon, alzó muy levemente la palma de su mano, observando lo mucho que estaba
manchada de sangre. Aunque también arañada y herida. Se deshizo de pronto del
agarre de la pelirroja, dando un traspié, pero sin llegar a caerse, mirando
ahora al suelo, respirando quizás algo agitada, con cada brazo colgando de cada
lado de su cuerpo.
-¿Por qué...?
Quizás era cierto que había perdido los papeles. Y quizás aun no los había
recuperado. De sus manos, repentinamente se formaron dos orgullosas y
resplandecientes, además de afiladas, katanas blancas. Kanade abrió de par en
par sus anaranjados ojos. No quería pensarlo, pero, ¿Acaso iba a atacarla
ahora? Por suerte se había traído la lanza consigo, pero ni siquiera se molestó
en adoptar su posición de ataque. No creía que fuese a atacarla a ella, más
bien pensaba que rompería algo, o cortaría el trigo, algo así. Sin embargo
frunció el ceño, ¿Y si no era así? No creía que fuese a matarla, así que
tampoco le dio importancia. Como mucho le daría un golpe, y a eso estaba más
que acostumbrada.
-¿Por qué, qué?
-Por qué...por qué...por qué... -Repitió varias veces, volviendo a agachar
la mirada, con los ojos bastante abiertos, como si realmente se hubiese vuelto
loca.- ¡Todos ustedes....! ¡La organización no es mucho mejor que los
otros! ¡Obligamos a la gente a luchar por algo que ni si quiera sabe lo que es!
¡Le quitamos la libertad a vivir, a pasar el tiempo con sus familias! ¡La
organización nos arrebata todo! ¡Me arrebataron todo! ¡Mi madre..! ¡Mi madre no
tenía culpa de nada, de nada, me oyes! ¡Y tuvo que morir por culpa de ellos!
¡Todos ellos! ¿Quien se supone qué son los malos? ¡O no, espera! ¡Quizás mi
madre esté viva, y muerta del asco! ¡Y yo no pienso perder más el tiempo,
acatando ordenes de un tipo, del tipo que me destruyó mi vida, mis ilusiones y
mis sueños!
Gritaba realmente desesperada, aunque quizás a veces sus frases no tuviesen
mucho sentido. Realmente parecía estar harta de todo eso. Quizás pensaba
meterse en la base enemiga, quería encontrar a su madre de algún modo, o
confirmar de una vez qué estaba muerta. ¿Qué le habría pasado en la pelea de
esa vez? Aun no atacó, y quizás no lo haría.. O quizás sí. Quizás todo
dependiese de la respuesta de la pelirroja, si es que tenía una.
-... ¿De qué mierdas estás hablando, Matoshihiko? ¡Se supone que lo que hacemos
es para proteger a las personas! Tú al menos tuviste una familia, ¡Yo ni
siquiera sé lo que es eso! La organización a mí no me ha arrebatado nada, a mí
me ha dado una razón para vivir y para seguir luchando. ¡La organización me ha
hecho ser como soy, y no permitiré que se te pase por la cabeza traicionar al
Jefe!
Esta vez fue ella la que sujetó con firmeza su lanza, entrecerrando los ojos,
en una mueca brusca y furiosa. Eso le había dolido más de lo que la otra podría
entender. El jefe lo era todo para ella, absolutamente todo. Y lo menos que
podía hacer, ya que él la había salvado, era devolverle el favor. Entonces Mato
también alzó sus katanas, las dos, a un punto en el que estaría dispuesta atacar
en cualquier momento. Incluso se puso en posición de ataque.
- ¿Y qué es lo qué te pasa a ti, eh, Kanade? ¿Por qué me odiaste desde el
primer momento? ¡¿Acaso te lo mandó él?! ¡¿O me odias porque me tienes
envidia?! ¿Una razón para vivir?.. ¿¡Ah, sí!? ¡¡¿Y cuál es esa razón, Kuroi?!!
¿¡Cual es!? ¡Yo te la diré! ¡Tú vives únicamente por derrotar a gente que no
tiene nada que ver contigo! ¿A quién quieres, qué quieres? ¿Qué considera tú
como sueño? ¿Qué es en lo que crees, o mejor, acaso tienes algo en lo que
creer, por lo que ilusionarte? ¡Quédate entonces como la mejor de la
organización! ¡Yo no quiero ese lugar, nunca lo quise! ¡Yo me voy de él! ¡Me
informaré sobre el caso de mi madre, o si no, simplemente, que la suerte esté
conmigo! ¡Hacerlo o morir en el intento! ¡Así también te quitaría un peso de
encima! ¿¡¿¡NO, KUROI!?!?
Quizás, no decía todo eso en serio. Quizás era de la frustración del momento.
Aunque quizás si que iba a hacer lo que decía, irse a la base enemiga,
infiltrarse, y saber sobre su madre. Luego, si es que no moría en el intento,
ya vería lo que hacer.
-¡¡TE ODIO PORQUE NO ERES CAPAZ DE VER MÁS ALLÁ DE TUS PROPIOS PROBLEMAS!! -Y
asestó con la lanza contra sus espadas, quizás a propósito, pues no quería
hacerle daño realmente.- ¡¡¿O vas a decirme que te has preocupado alguna
vez por alguien más que por ti misma?!! ¡Ser la primera, ser la mejor! ¿Por qué
ibas a serlo si luego ni siquiera te importa? ¡No valoras el cargo que se te ha
concedido, un poder con el que puedes proteger a personas! ¿¡Sabes qué?!
¡¡LÁRGATE!! ¡Quizás yo luche para derrotar a gente que no tiene que ver
conmigo, pero también lucho para proteger a personas que no conozco de esa
gente! ¡Tú no servirías para ello, porque no te importa nadie más que tú! -Volvió
a asestar contra sus katanas, decidida, gritando con brusquedad como hacía
siempre.- ¡Lárgate a buscar a tu madre, pero te aseguro que no ocuparé tu
puesto, Matoshihiko! ¡Quedará como un puesto vacío que nos recuerde a todos lo
insignificante que es tener poder si luego no lo usas para poder ayudar! ¿Sabes
qué? ¡Ya no te envidio! ¡No podría envidiar a los débiles!
Esta retrocedía, escuchándola entonces, frunciendo el ceño, quizás tanto a más
no poder, comenzando a parar los ataques de la chica, hasta que murmuró, quizás
en voz normal, mucho más baja que los chillidos anteriores.
- ¿Qué no me he preocupado por nadie más que de mí misma...?
Y entonces fue esta vez ella la que atacó a Kanade, derribándola, quizás
demasiado enfadada como para controlar su propia fuerza. Y se mantuvo en pie,
pero no orgullosa, si no qué se tapó los ojos con su propio flequillo. Abrió
los labios para decir algo. ''Si que me he preocupado por alguien más. Por ti,
siempre. Desde qué apareciste. Y no sé por qué ni si quiera. Supongo qué será
porque te aprecio, después de todo''. Pero no llegó a decir eso. Se quedó en
pie, y dijo quizás algo que nunca debió decir en lugar a lo que realmente
quería decir.
-Tienes razón. Nadie más me importa. Ellos no hacen nada por mí, yo no tengo
que hacer nada por ellos. Recordarme como os dé la gana. Yo...
Entonces alzó un poco la cara, mirándola aun desde más arriba, para luego
entrecerrar sus ojos verdosos, amenazante.
-...También te odio.
Sin decir nada más, se giró, andando lentamente al principio, pero de buenas a
primeras, y con la velocidad que la caracterizaba, desapareció del lugar.
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